Según Verdón, la
Edad Media corresponde a un concepto que engloba sombras y luces. Cuando se refiere
a estas palabras, quiere decir que durante ese largo periodo hubo cosas que
fueron positivas, como otras que fueron lo contrario. Según el autor, la
historiografía tradicional a tendido a resaltar en forma predominante lo que él
ha calificado como “las sombras”, es decir, se ha centrado casi exclusivamente
en lo negativo. Por lo tanto, el plantea (a partir de su texto), mostrar el
lado más amable y desconocido de la Edad Media. Lamentablemente, y desde una apreciación
muy personal, el autor se queda más que nada en la promesa de realizar tal
objetivo, ya que después de cada capítulo (en que hace un largo recorrido por
todo lo negativo de la Edad Media), cuando correspondía la contraparte
positiva, es decir, la de las “luces”, el desarrollo era bastante pobre, y lo
que es peor aún, a mi juicio, intentaba justificar lo injustificable, pero sin
argumentos sólidos, solo a partir de la impresión que el tenia acerca de lo que
relataba.
Ahora bien, sí le
puedo conceder ciertos puntos, y que en definitiva son los que me parecen más
relevantes a la hora de estudiar a la Edad Media con “mente más amplia”,
tratando de dejar los prejuicios negativos de lado:
Uno es el contexto
cultural e histórico en que se desarrolla la Edad Media, es decir, no podemos
medir con la vara contemporánea de forma absoluta los comportamientos de
aquella época, ya que lo que nos parece correcto hoy en día en una
multiplicidad de ámbitos, no necesariamente era visto de la misma forma durante
ese periodo.
Otro es el gran
tiempo cronológico que se le atribuye a la Edad Media, prácticamente mil años,
lo que impide que siquiera podamos intentar pensar de que en un periodo de
tiempo tan largo se lograra hacer un barrido único de la forma de pensar, de
sentir y de actuar de su gente. Esto se demuestra claramente en el hecho de que
lo que ocurre (en casi todos los ámbitos) antes del siglo X, es bastante
diferente a lo ocurre con posterioridad a éste.
Un tercer punto a
rescatar, sería el de que tampoco se puede decir que durante la Edad Media todos
los individuos sufrieron las mismas situaciones, sean estas positivas o
negativas, ya que dependiendo del lugar del mundo donde nos enfoquemos, en el
mismo periodo de tiempo, se vivía de manera muy distinta. Por lo tanto, a este
periodo no solo le debemos atribuir un tiempo específico, sino que también un
territorio del globo terrestre en particular. Este corresponde fundamentalmente
a Europa Occidental, ya que durante el mismo periodo de tiempo cronológico, los
chinos tenían una cultura sumamente rica y bastante “avanzada”, tanto así que
cuando comenzó el expansionismo europeo, particularmente el portugués, en Oriente
era poco lo que llamaba la atención de este lado del mundo, donde más bien los
europeos eran sinónimo de lo retrógrado y lo barbárico.
Pasando ahora al
ámbito específico que describe el autor, referido a la comida, la Iglesia y las
mujeres, podemos decir que:
En cuanto a la
comida, el autor nos señala que efectivamente se vivieron largos y tristes
episodios de hambruna durante la Edad Media (tanto así que incluso hace
descripciones de cierta tendencia al antropofagismo cuando la situación se
encontraba completamente desbocada). Sin embargo, como se explicaba más arriba,
estos en ningún caso afectaron a todo el periodo comprendido dentro de la Edad
Media, ni tampoco afectaron a toda la población por igual, ya que los ricos
siempre tiene mejor acceso a la nutrición que los pobres, independiente que la
hambruna afecte a la población en general; además, aclara que es más fácil
saber lo que comían en las clases altas que en las bajas, aunque reconoce que
estas últimas tenían menos acceso a la carne que las primeras. El autor
atribuye estos periodos de carestía a factores climáticos, pero también muchas
veces a los desaguisados que llevaban a cabo los soldados en sus campañas, así
como al aumento progresivo de la población (por lo menos mientras aparecieron
las grandes epidemias, que produjeron el efecto demográfico contrario).
En lo referente a
la iglesia, el autor hace hincapié en un punto que considero que es bastante
relevante, y es que si hay algo que define a la Edad Media es su fuerte soporte
religioso, que la estructuraba casi en su totalidad. Obviamente, y para no
desconocer lo que mencionaba anteriormente acerca de que en mil años mil cosas
son diferentes (y guardando las diferencias y las proporciones), la religión se
puede considerar el hilo conductor de este periodo.
De esta forma, el
pecado era algo de suma importancia para la población, ya que según el
comportamiento que las personas tuvieran en este mundo terrenal, a la hora de
partir de esta vida se encontrarían disfrutando de la gracia eterna de Dios o,
por el contrario (lo que aterraba hasta lo más profundo a las personas de este período),
terminarían por toda la eternidad quemándose en las terribles llamas del
infierno. Sin embargo, la iglesia creía en el arrepentimiento. El punto es que al
ser los intermediarios entre Dios y los hombres para obtener el perdón
celestial, el clero obtuvo un poder casi absoluto, lo que produjo abusos de poder
por parte de éste.
Otro punto bastante
interesante, ya que considero da pie para varios análisis, es la necesidad que
tenia la iglesia de traspasar su formas de concebir el mundo a, precisamente,
todo el mundo. De esta forma separó a las personas en “los unos y los otros”,
donde los “unos” correspondían al pueblo cristiano, y los “otros” eran los infieles
o los herejes. Sea cual fuere el nombre que se les diese, la iglesia sentía la
necesidad irrefrenable de convertirlos para llevarlos por “el buen camino”. Así,
se empezó a justificar la violencia (cuyo concepto también da para varios
análisis más), apareciendo la tortura como algo necesario para conseguir
confesiones, acabar con los herejes y salvar las almas.
Los actos de
tortura descritos por el autor en varios pasajes del libro son, en lo personal,
bastante estremecedores. Sin embargo, si los comparamos con otros cometidos en
épocas recientes, nos daremos cuenta de que no son actos privativos de la Edad
Media. Tal vez lo más delicado de este asunto sea que, en aquel periodo, la
tortura era considerada como algo licito y socialmente aceptado, tanto por las
instituciones como por la sociedad, pero también es cierto que actualmente se
practica la tortura en diversos países, y los distintos gobiernos y medios de
prensa se “hacen los locos”, y solo se toca el tema cuando ya no queda otra
salida, sino solo es cosa de acordarse de EEUU y Guantánamo.
En cuanto a lo
positivo, o como diría el autor, “las luces”, tenemos la aparición en escena de
monjes que tenían una disposición mucho más cercana a lo que uno podría creer
es la verdadera esencia del cristianismo, representada fundamentalmente por San
Francisco de Asís y por Santo Domingo. Además, se nos dice que fue precisamente
la Iglesia quien se preocupo en este periodo por los pobres, creándose incluso
una especie de “hospitales arcaicos”, que si bien no solo atendían a enfermos,
con el tiempo se fueron especializando en su atención.
Por último, en
cuanto a las mujeres, se puede decir que definitivamente la jerarquía eclesiástica
las tenía en un segundo plano, en todos los niveles posibles. Y digo jerarquía,
porque era precisamente ésta, y muchos de sus grandes pensadores, quienes
incluso escribían textos acerca de la inferioridad de la mujer, tanto en el
ámbito intelectual como en el de la fuerza física y espiritual, donde también
se consideraba que estaba por debajo de su contraparte masculina.
Es descarada la
carga que se les impuso en este periodo acerca de su responsabilidad en todo lo
negativo, pero particularmente en lo sexual: eran ellas unos seres
increíblemente libidinosos que, a partir de argucias y artimañas, engatusaban a
los hombres y los hacían caer en el pecado, incluso “obligándolos” a violarlas,
asunto que también en muchos casos era atribuido como culpa del sexo femenino.
Como decía
anteriormente, no toda la Edad Media fue igual, y nuevamente el siglo X marca
un antes y un después para las mujeres, después de este siglo, todo aquello
negativo que mencionamos anteriormente, se fue haciendo cada vez más fuerte. En
cuanto a lo positivo, el autor nos dice que la mujer era un engranaje
fundamental en la articulación de las familias, particularmente en aquellas del
mundo campesino.
Como mencione
anteriormente, la Edad Media debe ser considerada en el contexto que se
produjo, en su largo periodo cronológico (1000 años) y en su ubicación
geográfica (particularmente Europa Occidental y sus áreas de influencia). Esto
no justifica todas las sombras que cruzaron esta época, pero nos permiten entender
que la historia del hombre es un continuo de errores y violencia, y que en todo
periodo histórico, se han sucedido tanto cosas que nos orgullecen, como otras
que definitivamente quisiéramos olvidar.
“LAS CRUZADAS VISTAS POR LOS ÁRABES”, AMIN MAALOUF.
A diferencia del
texto de Jean Verdon, que debo reconocer que encontré en general súper latero,
el libro de Maalouf lo disfruté un montón, ya que no sólo era entretenido y dinámico,
sino que la cantidad de información que me entregó la considero del todo
relevante, y me permitió además hacerme una idea bastante amplia, no sólo del mundo
musulmán, sino que también del mundo cristiano y de cómo, finalmente,
funcionaban las cosas durante ese periodo de la Edad Media.
Reconozco que se me
haría bastante difícil hacer una descripción específica de las etapas que
permitieron este proceso de forma exhaustiva, porque por más que lo intenté,
después de tres capítulos de lectura ya tenía un gran enredo de nombres de
reyes (tanto cristianos como musulmanes). A pesar de esto, creo conservar
intacto los eventos generales que permitieron que este proceso aconteciera.
Lo primero que debo
decir, es que me sorprendió bastante la forma en que estaba distribuido el
poder en el mundo musulmán previo a la llegada de los frany (que no es más que
la denominación que dieron los árabes a los occidentales invasores), ya que mi
impresión previa era que el mundo musulmán era una masa uniforme y
perfectamente cohesionada, en la cual todos reaccionaban y se movían en una
sola dirección, la cual correspondía a sus creencias religiosas.
Pero según el
relato de Maalouf (que se basa fundamentalmente en cronistas e historiadores musulmanes),
esto no era así. Lo que primó en el mundo musulmán durante las cruzadas (con
matices mas o matices menos), fue sin duda el afán de poder (y de la mano el
económico); pero en este caso particular, me atrevería a hacer la separación
entre poder y dinero, porque aunque actualmente quien tiene dinero (por lo
general), de una u otra forma obtiene poder, durante las cruzadas bastaba con
obtener poder, y lo demás llegaba solo. Ahora, el poder no se obtenía de manera
gratuita: para llegar a él había que matar, y no solo a los enemigos, sino que
muchas veces a la propia familia, ya que de eso dependía finalmente asegurar el
éxito o, como comentaba recién, el poder.
Y fue precisamente
este egoísmo pequeño, esta individualidad recalcitrante, la que permitió a los
frany poder extenderse de forma tan volátil y desenfrenada en relativamente
cortos periodos de tiempo, por todos esos amplios territorios que llegaron a conquistar y de los cuales fueron señores
indiscutidos. El hecho de que los frany atacaran una ciudad y ésta no fuera
socorrida en los tiempos adecuados (es decir, inmediatamente cuando se
solicitaba la ayuda, porque se consideraba que eran ciudades periféricas al
corazón musulmán y por lo tanto su pérdida no produciría un gran daño),
permitió que los frany fueran gradualmente acercándose mas y mas hacia el
corazón de las grandes metrópolis musulmanas, lo que derivó en que no se dieran
cuenta cuando los europeos se encontraban prácticamente en sus narices.
Precisamente, a mi
modo de ver, lo que permitió revertir esta situación una vez ya enquistados los
europeos en gran parte de Asia menor, Siria o Egipto, fue la aparición de
ciertos liderazgos musulmanes, como los de Nur al-Din y/o el de Saladino, que
si bien es cierto, siempre tuvieron el afán de obtener y mantener el poder (y posteriormente
heredarlo a su descendencia), fue la visión de hacer un llamado a la unidad
religiosa del pueblo musulmán (ya fuera en forma autentica o incluso en
apariencia), lo que dio aquella necesaria cohesión al pueblo musulmán para formar un único y
gran bloque que permitiera recuperar los territorios perdidos. Sin duda que
también su austeridad les dio un sello distintivo, y la magnanimidad de
Saladino, que tenía un honor a toda prueba, a veces incluso (a mi modo de ver),
rayando en lo absurdo, los elevó a ojos de la población no sólo como grandes
líderes, sino que como seres absolutamente admirables, a los cuales no sólo era
necesario rendir pleitesía, sino que además a quienes era necesario seguir y
obedecer en todas aquellas decisiones que tomaran, ya que se tenía la certeza
que todo lo que hacían era en favor del mundo musulmán.
Lo segundo que
llamó poderosamente mi atención, es como una vez que fallecía un monarca musulmán
se producía inevitablemente un periodo de guerra civil para determinar quien se
asentaría como nuevo señor, y esto sucedía tanto cuando los sultanes tenían un
turbulento gobierno, como cuando éste era tranquilo, ya que no existía la capacidad
(o la previsión), de aprovechar los periodos de bonanza política y social para
buscar y dejar a alguien competente en el cargo, sino que todo lo ganado se perdía
casi de forma absoluta; los hijos del monarca fallecido se peleaban por
quedarse con la mejor tajada, dividiéndose los reinos, e incluso maquinando
intrigas, lo que los frany aprovechaban para seguir aumentando y consolidando
sus conquistas. Este asunto me dejó pensando un buen rato en la importancia de
la democracia a la hora de determinar quien estará a la cabeza de una nación o
de un pueblo, ya que si bien actualmente no hay mucho donde elegir (por lo
menos nada de calidad), por lo menos permite dejar de lado la incertidumbre de
que todo lo ganado en un reinado glorioso (o en un periodo presidencial
relativamente aceptable) no se perderá en el intertanto, donde unos cuantos
pretenden hacerse del poder, a cualquier precio.
Lo tercero que
considero interesante de analizar es la facilidad con que los monarcas,
particularmente los musulmanes, abandonaban a sus ciudades cuando ya estaba
todo perdido. Acá se aplica eso de que “soldado que arranca sirve para otra
guerra”, ya que les daba lo mismo la suerte que correrían los habitantes una
vez fuera tomada la ciudad, lo importante era salvar “el pellejo”. Tal vez lo más
fuerte de esta situación es que por lo general los habitantes de la ciudad pérdida
eran asesinados sin contemplación, y si se dejaban vivir a los niños o a las
mujeres, su suerte tampoco era de las mejores, ya que se vendían como esclavos,
con todo lo que eso conlleva. La verdad es que esta situación me parece
indigna, yo hubiera esperado que los líderes musulmanes, por lo menos aquellos más
poderosos, se hubiesen quedado a defender a su gente, o por lo menos a tratar
de negociar el mejor destino posible para ellos.
Un cuarto punto,
que no puedo dejar de mencionar, y es que lo encuentro verdaderamente notable,
es como una vez que fue pasando el tiempo, los frany, o mejor dicho, los
descendientes de los frany que conquistaron los territorios árabes, ya no eran
considerados por los musulmanes como propiamente europeos. De hecho,
diferenciaban a los frany que venían llegando de Europa, con aquellos que ya
tenían unas cuantas generaciones en los antiguos territorios musulmanes. Y lo
encuentro notable, porque muestra como los frany dejaron de ser “los otros”, y
pasaron a ser algo como los “unos”, si bien no eran propiamente de los
“nuestros” (vistos desde una perspectiva musulmana), si había algo que los
acercaba mucho mas a ellos, y les daba una consideración especial, tanto a la
hora de hacer treguas en las guerras, como en la misma situación del comercio.
Para terminar, sólo
puedo agregar que es innegable que el contacto de los occidentales con los
orientales (en el marco de las cruzadas), y a pesar de todas las barbaridades y
brutalidades que se cometieron, fueron un gran aporte a la cultura occidental.
Me atrevería a decir que principalmente este enriquecimiento cultural se
produjo desde Oriente a Occidente, y no al revés. Y es que a pesar de que
actualmente en Occidente se nos ha entregado una imagen de ese mundo árabe como
de unos “fanáticos religiosos”, lo cierto es que el lado occidental no lo hizo
nada de mal, ya que en el marco de la “guerra justa” contra los herejes, se cometieron
graves “acciones” en nombre de la propia religión.
Aunque sigo
pensando que (de ambos lados), Dios y la religión fueron solo una excusa para
poder obtener lo que (como humanidad), generalmente hemos demostrado ansiar en
forma general: poder, territorio, riquezas económicas y de paso, si se puede,
prestigio.