miércoles, 28 de noviembre de 2012

LA CONSTRUCCIÓN DE OCCIDENTE

"SOMBRAS Y LUCES DE LA EDAD MEDIA", JEAN VERDÓN.

Según Verdón, la Edad Media corresponde a un concepto que engloba sombras y luces. Cuando se refiere a estas palabras, quiere decir que durante ese largo periodo hubo cosas que fueron positivas, como otras que fueron lo contrario. Según el autor, la historiografía tradicional a tendido a resaltar en forma predominante lo que él ha calificado como “las sombras”, es decir, se ha centrado casi exclusivamente en lo negativo. Por lo tanto, el plantea (a partir de su texto), mostrar el lado más amable y desconocido de la Edad Media. Lamentablemente, y desde una apreciación muy personal, el autor se queda más que nada en la promesa de realizar tal objetivo, ya que después de cada capítulo (en que hace un largo recorrido por todo lo negativo de la Edad Media), cuando correspondía la contraparte positiva, es decir, la de las “luces”, el desarrollo era bastante pobre, y lo que es peor aún, a mi juicio, intentaba justificar lo injustificable, pero sin argumentos sólidos, solo a partir de la impresión que el tenia acerca de lo que relataba.

Ahora bien, sí le puedo conceder ciertos puntos, y que en definitiva son los que me parecen más relevantes a la hora de estudiar a la Edad Media con “mente más amplia”, tratando de dejar los prejuicios negativos de lado:

Uno es el contexto cultural e histórico en que se desarrolla la Edad Media, es decir, no podemos medir con la vara contemporánea de forma absoluta los comportamientos de aquella época, ya que lo que nos parece correcto hoy en día en una multiplicidad de ámbitos, no necesariamente era visto de la misma forma durante ese periodo.

Otro es el gran tiempo cronológico que se le atribuye a la Edad Media, prácticamente mil años, lo que impide que siquiera podamos intentar pensar de que en un periodo de tiempo tan largo se lograra hacer un barrido único de la forma de pensar, de sentir y de actuar de su gente. Esto se demuestra claramente en el hecho de que lo que ocurre (en casi todos los ámbitos) antes del siglo X, es bastante diferente a lo ocurre con posterioridad a éste.

Un tercer punto a rescatar, sería el de que tampoco se puede decir que durante la Edad Media todos los individuos sufrieron las mismas situaciones, sean estas positivas o negativas, ya que dependiendo del lugar del mundo donde nos enfoquemos, en el mismo periodo de tiempo, se vivía de manera muy distinta. Por lo tanto, a este periodo no solo le debemos atribuir un tiempo específico, sino que también un territorio del globo terrestre en particular. Este corresponde fundamentalmente a Europa Occidental, ya que durante el mismo periodo de tiempo cronológico, los chinos tenían una cultura sumamente rica y bastante “avanzada”, tanto así que cuando comenzó el expansionismo europeo, particularmente el portugués, en Oriente era poco lo que llamaba la atención de este lado del mundo, donde más bien los europeos eran sinónimo de lo retrógrado y lo barbárico.

Pasando ahora al ámbito específico que describe el autor, referido a la comida, la Iglesia y las mujeres, podemos decir que:

En cuanto a la comida, el autor nos señala que efectivamente se vivieron largos y tristes episodios de hambruna durante la Edad Media (tanto así que incluso hace descripciones de cierta tendencia al antropofagismo cuando la situación se encontraba completamente desbocada). Sin embargo, como se explicaba más arriba, estos en ningún caso afectaron a todo el periodo comprendido dentro de la Edad Media, ni tampoco afectaron a toda la población por igual, ya que los ricos siempre tiene mejor acceso a la nutrición que los pobres, independiente que la hambruna afecte a la población en general; además, aclara que es más fácil saber lo que comían en las clases altas que en las bajas, aunque reconoce que estas últimas tenían menos acceso a la carne que las primeras. El autor atribuye estos periodos de carestía a factores climáticos, pero también muchas veces a los desaguisados que llevaban a cabo los soldados en sus campañas, así como al aumento progresivo de la población (por lo menos mientras aparecieron las grandes epidemias, que produjeron el efecto demográfico contrario).

En lo referente a la iglesia, el autor hace hincapié en un punto que considero que es bastante relevante, y es que si hay algo que define a la Edad Media es su fuerte soporte religioso, que la estructuraba casi en su totalidad. Obviamente, y para no desconocer lo que mencionaba anteriormente acerca de que en mil años mil cosas son diferentes (y guardando las diferencias y las proporciones), la religión se puede considerar el hilo conductor de este periodo.

De esta forma, el pecado era algo de suma importancia para la población, ya que según el comportamiento que las personas tuvieran en este mundo terrenal, a la hora de partir de esta vida se encontrarían disfrutando de la gracia eterna de Dios o, por el contrario (lo que aterraba hasta lo más profundo a las personas de este período), terminarían por toda la eternidad quemándose en las terribles llamas del infierno. Sin embargo, la iglesia creía en el arrepentimiento. El punto es que al ser los intermediarios entre Dios y los hombres para obtener el perdón celestial, el clero obtuvo un poder casi absoluto, lo que produjo abusos de poder por parte de éste.

Otro punto bastante interesante, ya que considero da pie para varios análisis, es la necesidad que tenia la iglesia de traspasar su formas de concebir el mundo a, precisamente, todo el mundo. De esta forma separó a las personas en “los unos y los otros”, donde los “unos” correspondían al pueblo cristiano, y los “otros” eran los infieles o los herejes. Sea cual fuere el nombre que se les diese, la iglesia sentía la necesidad irrefrenable de convertirlos para llevarlos por “el buen camino”. Así, se empezó a justificar la violencia (cuyo concepto también da para varios análisis más), apareciendo la tortura como algo necesario para conseguir confesiones, acabar con los herejes y salvar las almas.

Los actos de tortura descritos por el autor en varios pasajes del libro son, en lo personal, bastante estremecedores. Sin embargo, si los comparamos con otros cometidos en épocas recientes, nos daremos cuenta de que no son actos privativos de la Edad Media. Tal vez lo más delicado de este asunto sea que, en aquel periodo, la tortura era considerada como algo licito y socialmente aceptado, tanto por las instituciones como por la sociedad, pero también es cierto que actualmente se practica la tortura en diversos países, y los distintos gobiernos y medios de prensa se “hacen los locos”, y solo se toca el tema cuando ya no queda otra salida, sino solo es cosa de acordarse de EEUU y Guantánamo.

En cuanto a lo positivo, o como diría el autor, “las luces”, tenemos la aparición en escena de monjes que tenían una disposición mucho más cercana a lo que uno podría creer es la verdadera esencia del cristianismo, representada fundamentalmente por San Francisco de Asís y por Santo Domingo. Además, se nos dice que fue precisamente la Iglesia quien se preocupo en este periodo por los pobres, creándose incluso una especie de “hospitales arcaicos”, que si bien no solo atendían a enfermos, con el tiempo se fueron especializando en su atención.

Por último, en cuanto a las mujeres, se puede decir que definitivamente la jerarquía eclesiástica las tenía en un segundo plano, en todos los niveles posibles. Y digo jerarquía, porque era precisamente ésta, y muchos de sus grandes pensadores, quienes incluso escribían textos acerca de la inferioridad de la mujer, tanto en el ámbito intelectual como en el de la fuerza física y espiritual, donde también se consideraba que estaba por debajo de su contraparte masculina.

Es descarada la carga que se les impuso en este periodo acerca de su responsabilidad en todo lo negativo, pero particularmente en lo sexual: eran ellas unos seres increíblemente libidinosos que, a partir de argucias y artimañas, engatusaban a los hombres y los hacían caer en el pecado, incluso “obligándolos” a violarlas, asunto que también en muchos casos era atribuido como culpa del sexo femenino.

Como decía anteriormente, no toda la Edad Media fue igual, y nuevamente el siglo X marca un antes y un después para las mujeres, después de este siglo, todo aquello negativo que mencionamos anteriormente, se fue haciendo cada vez más fuerte. En cuanto a lo positivo, el autor nos dice que la mujer era un engranaje fundamental en la articulación de las familias, particularmente en aquellas del mundo campesino.

Como mencione anteriormente, la Edad Media debe ser considerada en el contexto que se produjo, en su largo periodo cronológico (1000 años) y en su ubicación geográfica (particularmente Europa Occidental y sus áreas de influencia). Esto no justifica todas las sombras que cruzaron esta época, pero nos permiten entender que la historia del hombre es un continuo de errores y violencia, y que en todo periodo histórico, se han sucedido tanto cosas que nos orgullecen, como otras que definitivamente quisiéramos olvidar.


“LAS CRUZADAS VISTAS POR LOS ÁRABES”, AMIN MAALOUF.

A diferencia del texto de Jean Verdon, que debo reconocer que encontré en general súper latero, el libro de Maalouf lo disfruté un montón, ya que no sólo era entretenido y dinámico, sino que la cantidad de información que me entregó la considero del todo relevante, y me permitió además hacerme una idea bastante amplia, no sólo del mundo musulmán, sino que también del mundo cristiano y de cómo, finalmente, funcionaban las cosas durante ese periodo de la Edad Media.

Reconozco que se me haría bastante difícil hacer una descripción específica de las etapas que permitieron este proceso de forma exhaustiva, porque por más que lo intenté, después de tres capítulos de lectura ya tenía un gran enredo de nombres de reyes (tanto cristianos como musulmanes). A pesar de esto, creo conservar intacto los eventos generales que permitieron que este proceso aconteciera.

Lo primero que debo decir, es que me sorprendió bastante la forma en que estaba distribuido el poder en el mundo musulmán previo a la llegada de los frany (que no es más que la denominación que dieron los árabes a los occidentales invasores), ya que mi impresión previa era que el mundo musulmán era una masa uniforme y perfectamente cohesionada, en la cual todos reaccionaban y se movían en una sola dirección, la cual correspondía a sus creencias religiosas.

Pero según el relato de Maalouf (que se basa fundamentalmente en cronistas e historiadores musulmanes), esto no era así. Lo que primó en el mundo musulmán durante las cruzadas (con matices mas o matices menos), fue sin duda el afán de poder (y de la mano el económico); pero en este caso particular, me atrevería a hacer la separación entre poder y dinero, porque aunque actualmente quien tiene dinero (por lo general), de una u otra forma obtiene poder, durante las cruzadas bastaba con obtener poder, y lo demás llegaba solo. Ahora, el poder no se obtenía de manera gratuita: para llegar a él había que matar, y no solo a los enemigos, sino que muchas veces a la propia familia, ya que de eso dependía finalmente asegurar el éxito o, como comentaba recién, el poder.

Y fue precisamente este egoísmo pequeño, esta individualidad recalcitrante, la que permitió a los frany poder extenderse de forma tan volátil y desenfrenada en relativamente cortos periodos de tiempo, por todos esos amplios territorios que llegaron a  conquistar y de los cuales fueron señores indiscutidos. El hecho de que los frany atacaran una ciudad y ésta no fuera socorrida en los tiempos adecuados (es decir, inmediatamente cuando se solicitaba la ayuda, porque se consideraba que eran ciudades periféricas al corazón musulmán y por lo tanto su pérdida no produciría un gran daño), permitió que los frany fueran gradualmente acercándose mas y mas hacia el corazón de las grandes metrópolis musulmanas, lo que derivó en que no se dieran cuenta cuando los europeos se encontraban prácticamente en sus narices.

Precisamente, a mi modo de ver, lo que permitió revertir esta situación una vez ya enquistados los europeos en gran parte de Asia menor, Siria o Egipto, fue la aparición de ciertos liderazgos musulmanes, como los de Nur al-Din y/o el de Saladino, que si bien es cierto, siempre tuvieron el afán de obtener y mantener el poder (y posteriormente heredarlo a su descendencia), fue la visión de hacer un llamado a la unidad religiosa del pueblo musulmán (ya fuera en forma autentica o incluso en apariencia), lo que dio aquella necesaria cohesión  al pueblo musulmán para formar un único y gran bloque que permitiera recuperar los territorios perdidos. Sin duda que también su austeridad les dio un sello distintivo, y la magnanimidad de Saladino, que tenía un honor a toda prueba, a veces incluso (a mi modo de ver), rayando en lo absurdo, los elevó a ojos de la población no sólo como grandes líderes, sino que como seres absolutamente admirables, a los cuales no sólo era necesario rendir pleitesía, sino que además a quienes era necesario seguir y obedecer en todas aquellas decisiones que tomaran, ya que se tenía la certeza que todo lo que hacían era en favor del mundo musulmán.

Lo segundo que llamó poderosamente mi atención, es como una vez que fallecía un monarca musulmán se producía inevitablemente un periodo de guerra civil para determinar quien se asentaría como nuevo señor, y esto sucedía tanto cuando los sultanes tenían un turbulento gobierno, como cuando éste era tranquilo, ya que no existía la capacidad (o la previsión), de aprovechar los periodos de bonanza política y social para buscar y dejar a alguien competente en el cargo, sino que todo lo ganado se perdía casi de forma absoluta; los hijos del monarca fallecido se peleaban por quedarse con la mejor tajada, dividiéndose los reinos, e incluso maquinando intrigas, lo que los frany aprovechaban para seguir aumentando y consolidando sus conquistas. Este asunto me dejó pensando un buen rato en la importancia de la democracia a la hora de determinar quien estará a la cabeza de una nación o de un pueblo, ya que si bien actualmente no hay mucho donde elegir (por lo menos nada de calidad), por lo menos permite dejar de lado la incertidumbre de que todo lo ganado en un reinado glorioso (o en un periodo presidencial relativamente aceptable) no se perderá en el intertanto, donde unos cuantos pretenden hacerse del poder, a cualquier precio.

Lo tercero que considero interesante de analizar es la facilidad con que los monarcas, particularmente los musulmanes, abandonaban a sus ciudades cuando ya estaba todo perdido. Acá se aplica eso de que “soldado que arranca sirve para otra guerra”, ya que les daba lo mismo la suerte que correrían los habitantes una vez fuera tomada la ciudad, lo importante era salvar “el pellejo”. Tal vez lo más fuerte de esta situación es que por lo general los habitantes de la ciudad pérdida eran asesinados sin contemplación, y si se dejaban vivir a los niños o a las mujeres, su suerte tampoco era de las mejores, ya que se vendían como esclavos, con todo lo que eso conlleva. La verdad es que esta situación me parece indigna, yo hubiera esperado que los líderes musulmanes, por lo menos aquellos más poderosos, se hubiesen quedado a defender a su gente, o por lo menos a tratar de negociar el mejor destino posible para ellos.

Un cuarto punto, que no puedo dejar de mencionar, y es que lo encuentro verdaderamente notable, es como una vez que fue pasando el tiempo, los frany, o mejor dicho, los descendientes de los frany que conquistaron los territorios árabes, ya no eran considerados por los musulmanes como propiamente europeos. De hecho, diferenciaban a los frany que venían llegando de Europa, con aquellos que ya tenían unas cuantas generaciones en los antiguos territorios musulmanes. Y lo encuentro notable, porque muestra como los frany dejaron de ser “los otros”, y pasaron a ser algo como los “unos”, si bien no eran propiamente de los “nuestros” (vistos desde una perspectiva musulmana), si había algo que los acercaba mucho mas a ellos, y les daba una consideración especial, tanto a la hora de hacer treguas en las guerras, como en la misma situación del comercio.

Para terminar, sólo puedo agregar que es innegable que el contacto de los occidentales con los orientales (en el marco de las cruzadas), y a pesar de todas las barbaridades y brutalidades que se cometieron, fueron un gran aporte a la cultura occidental. Me atrevería a decir que principalmente este enriquecimiento cultural se produjo desde Oriente a Occidente, y no al revés. Y es que a pesar de que actualmente en Occidente se nos ha entregado una imagen de ese mundo árabe como de unos “fanáticos religiosos”, lo cierto es que el lado occidental no lo hizo nada de mal, ya que en el marco de la “guerra justa” contra los herejes, se cometieron graves “acciones” en nombre de la propia religión.

Aunque sigo pensando que (de ambos lados), Dios y la religión fueron solo una excusa para poder obtener lo que (como humanidad), generalmente hemos demostrado ansiar en forma general: poder, territorio, riquezas económicas y de paso, si se puede, prestigio.




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