miércoles, 26 de septiembre de 2012

LOS CAMPESINOS CUENTAN CUENTOS: EL SIGNIFICADO DE MAMÁ OCA

Hay una serie muy entretenida en un canal de cable, que se encuentra basada en clásicos cuentos infantiles como Blancanieves, Caperucita Roja o Hansel y Gretel. Sin embargo, cada vez que la veía, no dejaba de llamarme la atención, y tal vez molestarme un poco, la forma en que desvirtuaban las historias originales de estos cuentos.

Después de leer el texto de Robert Darnton, me he dado cuenta de que en realidad aquellos cuentos, cuyas historias yo daba por sentadas de cierta forma, no corresponden más que a una asimilación, adopción y modificación de otras historias más antiguas que, según el país y la cultura en donde se han desarrollado, les han agregado o quitado elementos. Estas historias de hace ya varios siglos atrás, y que hoy conocemos como “cuentos infantiles”, no son más que el inicio del desarrollo escrito de historias mucho más antiguas (por parte de escritores como Charles Perrault o los hermanos Grimm), que se transmitían de forma oral, de padres a hijos, y cuyo significado no tenia necesariamente el mismo sentido que le atribuimos hoy. De esto trata el análisis que sigue a continuación.

Si bien hay varios puntos interesantes para desmenuzar, me parece adecuado partir con la explicación que hace el autor, acerca del por qué decide desarrollar un estudio sobre la forma de pensar durante el siglo XVIII, no desde el punto de vista de la elite ilustrada, sino que desde el de los campesinos. Darnton considera que este grupo social (a diferencia de lo que habitualmente suele creerse), cuenta con una forma de enfrentarse al mundo tan “inteligente” como la que pudiese presentar cualquier personaje educado de la época: “Actuando a ras de tierra la gente común aprende la astucia callejera, y puede ser tan inteligente, a su modo, como los filósofos” (Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa); y esta forma de enfrentarse al mundo le permite desenvolverse en él de forma exitosa. De ahí la importancia que atribuye el autor al papel que jugaron los cuentos orales durante ese periodo.

Al analizar el cuento de Caperucita Roja, Darnton nos demuestra un hecho sumamente relevante, y es la escasa prolijidad con que a veces se realizan las interpretaciones acerca de un hecho en particular. Es así como vemos que distintos psicoanalistas encontraban un montón de significaciones en dicho cuento, como en lo concerniente a la caperuza roja, la botella, o la advertencia para que la niña no se aleje del camino, tres elementos que no existían en sus versiones originales. Por lo tanto, es de suma importancia el nunca dar algo por sentado, ya que si los psicoanalistas hubiesen cuestionado desde un principio el origen del cuento en el cual basaban sus estudios, se hubieran dado cuenta del error cometido al intentar interpretar una historia que, en resumidas cuentas, se hallaba fuera de su contexto.

Otro punto interesante, y derivado del anterior, corresponde a las modificaciones que se han realizado a través del tiempo y del lugar geográfico a los diferentes cuentos, hoy considerados en su mayoría “infantiles”.

Si bien las estructuras de las historias no se modifican en los distintos países, los elementos que la articulan si varían de forma considerable. Esto es de suma importancia, ya que demuestra la relevancia que tiene el marco cultural donde se desarrollan las historias. Marvin Harris define la cultura como: “El conjunto aprendido de tradiciones y estilos de vida, socialmente adquiridos, de los miembros de una sociedad, incluyendo sus modos pautados y repetitivos de pensar, sentir y actuar” (Marvin Harris, Antropología cultural, pp.28). De acuerdo a esta definición, según la sociedad en que nos encontremos, los cuentos serán modificados para poder darles un “sentido”. En lo personal, la versión que presenta Darnton de Caperucita Roja me parece absolutamente violenta, pero porque mi cultura tiene reservado para esta “categoría” de cuentos infantiles ciertos límites, entregados por la sociedad occidental contemporánea.

Sin embargo, la versión a la que hacía referencia anteriormente, no estaba necesariamente hecha para los niños, sino que como aparece en el texto: “Reunión nocturna junto a la chimenea, donde los hombres reparaban sus herramientas y las mujeres hilaban mientras escuchaban los cuentos que registrarían los folcloristas 300 años después, mismos que tenían ya siglos de antigüedad” (Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa). En ese contexto (por lo demás bastante violento para las familias campesinas de la época), los cuentos iban dirigidos a toda la familia, no solo a los niños, y por lo tanto la interpretación que se hacía de ellos estaba en relación, sí, probablemente a divertirse, pero como el mismo autor sugiere, tenían también otras funciones: “En la mayoría de los cuentos, la realización de los deseos se convierte en programa de sobrevivencia, y no en fantasía para escapar de la realidad” (Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa).

Es de esta manera como el estudio de los cuentos clásicos, interpretados ahora en conocimiento de su génesis y perspectiva histórica, nos empiezan a mostrar una realidad compleja, en la cual se suscitan en forma habitual un conjunto de situaciones que eran características de la vida diaria de ese entonces, pero que para nuestro actual contexto, o forma de ver el mundo, nos parecen aberrantes.

Bajo este prisma podemos analizar por ejemplo el cuento de La Cenicienta: “La vida era una despiadada lucha contra la muerte por doquier, en los albores de la Francia moderna” (Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa). En este contexto, en que la muerte prematura era la regla y no la excepción (especialmente entre las mujeres), las madrastras no eran algo extraño. Por lo tanto el reflejo de las relaciones con éstas (y los posibles medios hermanos), era algo que tenía su repercusión social.

Tenemos también el caso de Pulgarcito o el de Hansel y Gretel. En ambos cuentos, lo padres se ven en la obligación de deshacerse de sus hijos debido a su inmensa pobreza, por lo que son habitualmente abandonados en los bosques para que mueran. Si bien actualmente esto nos parece una aberración, e incluso podría decirse que se trata de una violación a la integridad y “derechos del niño”, en aquella época la visión era distinta.

No me consta que los padres abandonaran a sus hijos en forma habitual cuando pasaban necesidades económicas, pero probablemente si se llegaba a concretar, la sanción social era más atenuada que si se hiciera en la actualidad, ya que la necesidad de sobrevivencia de la familia probablemente consiguiera naturalizar estos hechos, que a primera vista nos parecen tan deleznables: “Y las madres exponían a sus bebés que no podían alimentar para que enfermaran y murieran… Y a veces vendían a sus hijos al diablo” (Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa).

Ante esta situación también surge un punto bastante interesante, y es que nosotros en nuestra cultura tenemos ya internalizado los derechos del niño, como algo que es así en esencia, es decir, naturalizamos socialmente esta afirmación. Sin embargo, si analizamos con calma esta situación, veremos que los derechos del niño no corresponden a nada más que a un constructo social contemporáneo, que en la época en que se relataban estos cuentos no existía. Los niños no tenían una “infancia” como la que reconocemos hoy en día: “Nadie los consideraba criaturas inocentes, ni la infancia se consideraba una etapa distinta de la vida” (Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa), sino que ya en sus primeros años, cuando podían colaborar con las labores económicas del hogar, debían hacerlo por una necesidad también de sobrevivencia: “Lejos de condenar la explotación del trabajo de los niños, parecían indignarse cuando esto no ocurría” (Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa).

El tener acceso o no a la comida era también un tema de gran importancia para los campesinos en el antiguo régimen: “En una sociedad de facto vegetariana, el lujo de los lujos era hincarle el diente a un pedazo de carnero, de puerco o de res” (Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa). Así comprendemos que esta preocupación se vea reflejada habitualmente en muchos cuentos, como en “los deseos ridículos”, donde un leñador, pudiendo pedir cualquier deseo, solicita ni más ni menos que un “salchichón”; o en otra versión de la Cenicienta, en la cual la madrastra malvada sólo de da de comer un pan al día a su hijastra.

Un lugar común en la mayoría de los cuentos es el uso de la magia. Esto es interesante, ya que es a través de ésta como los protagonistas de estas historias logran zafarse de su pobreza y de todas las calamidades que de ella derivan. Es como si la magia en los cuentos fuera una analogía a la esperanza en la vida real, y esta esperanza representa una necesidad psicológica de los campesinos del antiguo régimen, que les permite evadir su agobiante realidad.

Dentro de todas las aristas, interesantes todas por lo demás, que se pueden desprender del texto de Darnton, hay una que me llama singularmente la atención, ya que me permite hacer un paralelo con nuestra realidad contemporánea.

Esta tiene que ver con la “crudeza” de ver el mundo que tienen los individuos de aquella época, pero no en un sentido de lamentarse por ello, sino que en el de buscar aquellas alternativas que les permitan sortearlas: “los cuentos ayudaban a los campesinos a orientarse. Mostraban el comportamiento del mundo y la locura de esperar algo que no fuera crueldad de un orden social cruel” (Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa). En este sentido, los campesinos del antiguo régimen eran mucho más lucidos y pragmáticos que nosotros actualmente, ya que mientras ellos veían en sus cuentos sistemas educativos de advertencias y tentativas de sobrevivencia, a nosotros nos han vendido la “pomada” del “final feliz”. Según este concepto, se les enseña a nuestros niños que si son buenos y se portan bien, cumplen con las reglas y las normas de la sociedad (y de las reglas morales religiosas), tendrán la mentada recompensa reconocida vox populi como “el final feliz”.

Esta forma de “representar” los cuentos mientras crecemos nos hace creer que vivimos en una especie de “mundo ideal”, algo que es totalmente ajeno a la realidad. Es así como de pequeños nos enseñan que debemos hacer “lo correcto” (para así obtener nuestra recompensa), y de esta forma los políticos y las oligarquías hacen lo que quieren con nosotros. Los campesinos del antiguo régimen, por otra parte, tenían una visión más clara de cómo funciona el mundo, y esto lo reflejaban a partir de sus cuentos: “Los cuentos no abogan por la inmoralidad, pero contradicen la idea de que la virtud será recompensada” (Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa). En éstos el héroe no era el “bueno”, sino que el “astuto”, independiente que esa condición pasase por encima de las normas establecidas: “Vive en un mundo rudo pero eficaz, en el que se tiene que engañar o se es engañado” (Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa). De la misma forma la ingenuidad, la estupidez o la simplicidad, tienen una connotación negativa, ya que representan lo contrario a la astucia, y por lo tanto son signo de debilidad y reducción de posibilidades de sobrevivencia en este mundo hostil.

Por último, debo decir que Darnton no considera que los cuentos de los campesinos tengan una intención revolucionaria, es decir, no pretenden a través de éstos lograr cambios sociales significativos: “El héroe se siente satisfecho con causar humillación; no sueña con la revolución” (Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa).

Sin embargo, representan para los campesinos una forma de “entender” el mundo, y a la vez, una forma de enfrentarlo, pero, lo que es más significativo, y según como aparece en el texto analizado para el presente ensayo: “Los narradores campesinos de cuentos no sólo los consideraban divertidos, aterrorizadores o funcionales. Creían que eran convenientes para pensar” (Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa).


Bibliografia

Darnton, Robert. La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa. Fondo de cultura Económica, México, 1987.

Harris, Marvin. Antropologia Cultural. Alianza editorial. Tercera edición, 2011.


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