domingo, 26 de marzo de 2017

EPISTEMOLOGÍA

Sin duda que la epistemología también reflexiona en torno al conocimiento científico, pero el conocimiento no se reduce a la ciencia -como veremos más adelante- y eso es precisamente lo que hace que la epistemología sea tan apasionante.

Es así como aparecen diferentes preguntas epistemológicas:

¿Qué es conocer?

¿Hasta dónde podemos conocer?

¿Con que fin conocemos?

¿Quiénes figuran o actúan en el conocimiento?

¿Bajo qué condiciones es posible el conocimiento?

¿Bajo qué condiciones se valida el conocimiento?

Pero vamos por parte, primero, creo que es necesario definir algunos conceptos:

·         Doxa: era para los griegos el saber que nace del sentido común, el saber vulgar; es una opinión, es un saber inmediato o irreflexivo.

·         Episteme: es una forma de saber que se distingue y que pretende superar a la Doxa, es decir, es un saber que pretende o ha superado a la opinión o al saber vulgar.

·         Inferencias: corresponden a un conjunto de premisas que nos permiten concluir un tipo de argumento.

·         Inferencias deductivas: ocurren en las ciencias formales, y poseen siempre un carácter de “necesario” y, por lo tanto, universal. Ejemplo: Si Pedro es hombre, es necesario que Pedro sea mortal.

·         Inferencias inductivas: ocurren en las ciencias fácticas o empíricas, y poseen un carácter variable o posible.

·         A priori: es una forma de conocimiento que es independiente de la experiencia.

·         A posteriori: es una forma de conocimiento que se funda en la experiencia, que requiere la experiencia.

·         Ontología: es una parte de la metafísica que estudia lo que hay, es decir, cuales entidades existen y cuáles no; además, la ontología estudia la manera en que se relacionan las entidades que existen.

Si ponemos atención en la forma en que hemos conocido y seguimos conociendo, podremos observar que estará muy determinada por el contexto geográfico e histórico del cual formamos parte. Es así como en Occidente, durante la “época medieval”, reina una visión del universo absolutamente teocéntrica, donde todo gira en torno a “Dios”; la razón es subordinada a la fe, que es manejada a su vez por la jerarquía de la Iglesia.

Durante la modernidad, el foco teocéntrico es reemplazado por el “racionalismo”, representado fundamentalmente por René Descartes, para quien la razón es la fuente del conocimiento y donde incluso los sentidos nos pueden engañar. Por lo tanto, el postula que nacemos con ideas innatas, defendiendo las ciencias exactas (las matemáticas y la geometría), y utiliza como principal forma de conseguir el verdadero conocimiento el método deductivo.

En contraposición encontramos a David Hume, quien defiende el “empirismo”, y para quien la forma de llegar al conocimiento es a través de la inducción.

Es así como posteriormente aparece el “empirismo lógico”, representado por el “Circulo de Viena”, y que posteriormente encontrará su respuesta y contrapeso en la “Escuela de Frankfurt”, que defenderá la “Teoría crítica”.

Si avanzamos en el tiempo, nos deslumbrarán con sus teorías los llamados “filósofos historicistas”, como Thomas Kuhn y Paul Feyerabend, quienes ampliarán considerablemente el espectro de matices –reconocidos hasta ese momento- en las formas del conocimiento.

Sin duda que diferentes personas -y diferentes escuelas de pensamiento- adhieren en mayor o menor grado a los postulados de estos teóricos. Me gustaría hacer una referencia a los que, en lo personal, considero son los más notables: David Hume, Thomas Kuhn y Paul Feyerabend.


David Hume

Desde mi punto de vista, lo más destacable de Hume es su capacidad para reconocer de forma categórica el llamado “problema de la inducción”. Es decir, reconocer las falencias que ésta tiene como forma de conocimiento pero, al mismo tiempo, aseverar que desde aquella imperfección, la inducción es una forma de conocimiento necesaria para las personas.

Para Hume “A y B” no es lo mismo que “A entonces B”.

Para él el problema de la “causa y efecto” es significativo, ya que como sociedad asumimos que una causa A producirá necesariamente un efecto B, es decir, “A entonces B”. Sin embargo, Hume rebatirá esta aseveración, y corregirá que en realidad lo que la experiencia nos demuestra es que un evento A no necesariamente culminará en un evento B, es decir, “A y b”.

Lo podemos ejemplificar con la anécdota que contaba mi profesora de epistemología, la historia del pavo inductivista: “Erase una vez un pavo -que era muy observador- y notó que el granjero (sin fallar ningún día) le alimentaba alrededor de las nueve de la mañana. Así fue cada día durante años, desde que el tenía memoria. Entonces, el pavo –muy inteligente como era- hizo una inferencia inductiva, y se dijo: ya que empíricamente he podido corroborar que el granjero me ha alimentado todos los días de mi vida, alrededor de las nueve de la mañana, puedo asumir que en el futuro el granjero vendrá todos los días a las nueve de la mañana y me alimentará. Tuvo toda la razón, y así continuó pasando el tiempo. Sin embargo el día Navidad, alrededor de las nueve de la mañana, el granjero tomó del cuello al pavo inductivista y lo decapitó. Esa noche fue servido en la cena familiar”.

Esta interesante historia nos demuestra que, finalmente, la inducción tiene un gran problema, y es que no necesariamente la repetición de un evento una gran cantidad de veces, significa necesariamente que este evento se repetirá indefinidamente. Por lo tanto, podemos asumir que la inducción no nos revela la “realidad” de una situación, sino que simplemente nos da una probabilidad de que esta situación se produzca.

Este es el problema de la inducción, y que Hume -a pesar de defender el empirismo- reconoció que existía. Es más -ante el pavor y horror de la sociedad de su época- manifestó que esta forma de pensar no era racional, sino que se limitaba más bien a un “acto de fe”, demostrando de esta manera que la psicología humana se aferra a todo aquello que considere necesario para poder tener algún grado de seguridad.

Sin embargo, Hume reconoce que a pesar de ser una forma de conocimiento imperfecta, es una forma de conocimiento “necesaria” para las personas, ya que de esta forma podemos al menos tomar decisiones.

Thomas Kuhn

Si bien Kuhn es un autor digno de analizar en forma detallada, me concentrare en tres conceptos que él propone -que considero de una total relevancia y originalidad- y que además están relacionados entre sí: los compromisos previos con los que trabaja la comunidad científica, el concepto de paradigma y el de inconmensurabilidad.

Kuhn establece que la comunidad científica trabaja a partir de compromisos previos: ontológicos, pragmáticos y epistemológicos.

Los “compromisos previos ontológicos” determinan las entidades previas, lo que previamente se acordó que existe.

Los “compromisos previos pragmáticos” establecen el para qué de la investigación, es decir, la utilidad que tiene la investigación.

Los “compromisos previos epistemológicos” enmarcan el ámbito normativo, las reglas, es decir, el método con que se llevará a cabo la investigación.

Es debido a estos compromisos previos que ya se puede concluir que la ciencia no cuenta en realidad con una “racionalidad interna”, ya que el conocimiento científico al depender de acuerdos previos necesita de “consensos”, por lo tanto la racionalidad de la ciencia sería eminentemente “externa”.

Kuhn además nos presenta el concepto de “Paradigma”. Para él un paradigma corresponde a una visión de mundo, a un grupo de supuestos compartidos por una comunidad científica; a una matriz disciplinaria, que determinará las teorías que dirigirán el curso de la investigación; y que posee además un lenguaje que le es propio, lo que permite a dicha comunidad tener claridad sobre ciertos conceptos. Un paradigma corresponde a todos los acuerdos posibles de una comunidad científica, por lo tanto, esta se reconoce a partir de su paradigma específico. Es más, no existe paradigma sin comunidad científica que lo defienda.

Es así como aparece el tercer gran concepto de Kuhn: la inconmensurabilidad. “La tesis de la inconmensurabilidad” manifiesta que no existe comunicación entre dos o más paradigmas, es decir, no son traducibles, comparables ni evaluables entre sí (por lo tanto ningún paradigma es mejor que otro), ya que como se expuso anteriormente la ciencia no cuenta con una “racionalidad interna”; el paradigma que triunfe sobre otro u otros no será porque sea mejor que aquellos, sino simplemente por su capacidad de persuasión.

Lo más interesante de estos tres conceptos planteados por Thomas Kuhn es que se pueden extraer perfectamente de la discusión de la ciencia y aplicar en casi todos los aspectos sociales de la vida. De hecho, estos tres conceptos se relacionan de forma notable con el concepto de cultura del antropólogo Marvin Harris, quien plantea que “cultura corresponde a la forma de pensar, sentir y actuar de una sociedad”. Por lo tanto pudiéramos decir que cada sociedad cuenta con sus propios compromisos previos (ontológicos, pragmáticos y epistemológicos), lo que permite que tengan sus propios paradigmas y que además, cuando queramos compararlas con otras sociedades, no podamos decir que sociedad es mejor que otra, ya que serían inconmensurables entre sí.

Paul Feyerabend

De este autor me parece importante hacer notar como abre el espectro de las posibilidades en cuanto al conocimiento, asegurando que no necesitamos solo de “un método” (particularmente se refiere a la ciencia) para su acceso.

Plantea que a partir de diversas manifestaciones humanas -entre más paradigmas coexistan- tendremos mayores posibilidades de acercarnos más a la realidad.

Él no cree que la ciencia sea el único camino para acceder al conocimiento, sino que asegura que se puede acceder a él a partir, por ejemplo, de la magia o de la religión. Incluso propone un “proceder contrainductivo”, en el cual se rompan todas las reglas y los esquemas  preestablecidos para acceder a la realidad.

Esto es lo que propone con su “anarquismo epistemológico” o “pluralismo epistemológico”, en donde todas las teorías serán igualmente validas; y en donde la inconmensurabilidad de Kuhn adquirirá con Feyerabend la connotación de “equivalencia” (entre distintos paradigmas).


sábado, 25 de marzo de 2017

EL ACCESO A LA VERDAD

Cuando se dice que una hipótesis nunca puede ser comprobada como verdadera, pero en cambio sí puede establecerse que es falsa, nos lleva directamente a un problema filosófico que puede ser a primera vista considerado intrascendente.

Esta problemática filosófica a la que me refiero es una pregunta bastante directa: ¿podemos las personas acceder a la verdad? La respuesta después de mucho pensar y leer, es que no, no se puede.

Es por eso que cuando realizamos un trabajo de investigación no pretendemos realmente el conocer la verdad acerca de nuestra problemática investigativa. Nuestro objetivo es “acercarnos a la verdad lo máximo posible”.

Pero surge otra pregunta relacionada con la primera: ¿Por qué no podemos acceder a la verdad? Y la respuesta creo que es bastante sencilla, y paradójicamente, tremendamente compleja a la vez.

No podemos acceder a la verdad, porque simplemente no contamos con las herramientas biológicas para llegar a ella. Me explico: con nuestros sentidos nos relacionamos con el entorno; nos permiten conocerlo, estudiarlo y finalmente desarrollarnos en él. Sin embargo, nuestros órganos sensoriales son limitados, y sólo nos permiten conocer la “realidad” o “verdad” a la que ellos tienen la capacidad de llevarnos.

Por ejemplo, actualmente sabemos que existen los átomos, aunque nunca hemos visto uno; sabemos que existen las moléculas, pero tampoco podemos verlas. No podemos acceder a estos componentes de la realidad a través de nuestros sentidos.

Lo que quiero decir es que vivimos en un universo tan complejo, y contamos con herramientas biológicas tan rudimentarias, que no podemos aspirar a conocerlo todo en su esencia o real esplendor, es decir, no podemos acceder a la “verdad”.

A pesar de esto, el no poder abarcarla en su totalidad no significa que renunciemos a ella. Por el contrario, debemos utilizar las diversas herramientas que nos da la metodología de la investigación dentro de la ciencia; y también todas aquellas otras formas de conocimiento menos “ortodoxas”, como puede ser la magia, la religión, los estados de conciencia alterados, la regresión a vidas pasadas, entre otras.

Tal vez de esta manera consigamos finalmente acercarnos a la “verdad” –o realidad- lo máximo posible.



viernes, 24 de marzo de 2017

EN RELACIÓN A LA CULTURA

Según el antropólogo Marvin Harris:

"CULTURA: CORRESPONDE A LA FORMA DE PENSAR, SENTIR Y ACTUAR DE UNA SOCIEDAD"; y
"SOCIEDAD: CORRESPONDE A UN CONJUNTO DE INDIVIDUOS QUE COMPARTEN UN HÁBITAT COMÚN Y DEPENDEN UNOS DE OTROS PARA SU BIENESTAR Y SUPERVIVENCIA".

Estas dos definiciones contienen la clave para poder entender por qué somos como somos y actuamos como actuamos. No somos seres individuales sino que sociales, y por lo tanto culturales.

Y es que si analizamos los conceptos de cultura y sociedad, realmente podemos comprobar que no somos ni existimos en soledad. Formamos parte de un todo, en el cual debemos necesariamente relacionarnos de forma positiva, es decir, a partir de conceptos básicos como son la solidaridad y la reciprocidad.

La única forma de sobrevivir como especie es internalizar estos conceptos como algo natural y propio de todos nosotros. Esto será posible cuando consigamos acceder a una cultura única y global, que todos asumamos como la única "verdad".

El peor error que hemos cometido como especie hasta ahora es creer que somos seres individuales, es creer que somos individuos. Éste es nuestro gran error.

Lo cierto es que somos parte de un conjunto que es esencialmente indivisible. Cuando vamos en contra de este principio básico sólo obtenemos dolor, se desencadenan las guerras y el miedo.

Por lo tanto la cultura es nuestra "conciencia social", o pudiésemos decir también que es el "alma" de nuestra sociedad.

Es nuestro mayor reto y responsabilidad como especie, consciente de sí misma y de las demás, el conseguir la "cultura universal" basada en la solidaridad y en la reciprocidad, pero no sólo entre el animal humano, sino que incluyendo a todas las demás especies conocidas y por conocer.

Ésta es la clave de la vida y de la felicidad para todos.